27 de septiembre de 2011

No podemos evitar echar de menos, ni podemos evitar sentir; no podemos controlarlo todo, no podemos pretender que el mero hecho de desear algo o de merecerlo nos lleve a pensar que lo conseguiremos. A veces las cosas no salen como uno quiere o como uno merece, pero cuando uno cae al suelo es cuando aprende a levantarse, porque cuando no podemos tenerlo todo aprendemos a valorar lo que tenemos cuando lo tenemos. La vida es hoy, no ayer, ni mañana; dejémonos de complicaciones.
Y de las cosas que no salen como uno quiere aprendemos lecciones y guardamos cicatrices como trofeos, porque no conseguirlo no quiere decir nada, lo que importa de verás es haber sido valiente.
No vale la pena gritar, ni llorar, ni encerrarnos en nosotros mismos; y mucho menos obsesionarnos con el tema...el final de algo sólo es el principio de una nueva etapa, otro camino, otros retos, nuevas oportunidades.
Ya somos mayores como para decir que no nos lo esperábamos, que no sabíamos lo que apostábamos, que no conocíamos la letra pequeña. A veces las cosas se viven y punto, se disfrutan, se quieren, se ríen, se bailan, se emborrachan y acaban. Recordándolo hasta la saciedad gritando y llorando porque lo hemos perdido no arreglamos nada; ya no es ayer, pero es hoy y nos queda mañana, y pasado, y pasado más. La vida no acaba así, no acaba ahora.

Te he pensado hasta la saciedad, con lágrimas en los ojos, pensando que no te tengo y debería tenerte. Pensé que eras tú, que me ibas a hacer olvidar; y pensé que sería yo la que te volviera loca los domingos por teléfono. Y lo siento, porque hice mis planes sin contar con los tuyos, porque he sido egoísta, porque me declaré libre antes de tiempo.
Y jugué y ahora he dejado de jugar, no hay nada que me empuje a seguir con esto. Y me siento valiente porque me voy cuando quiero quedarme. Y me da igual como suene, o quién lo critique...te quiero desde el momento que me dijiste depresiva y entendiste el porque, desde que te veia en cada cam web.
Y te quiero porque contigo me sentía libre, absolutamente libre; te quiero porque fue un NADA maravilloso, porque no olvidaré el día que estabas en mi puerta haciendo me reír como siempre lo hiciste.
Una vez más, antes de que acabe el año, la misma frase ronda por mi cabeza. SOMOS INSTANTES.