1 de diciembre de 2009

Sentí su frío aliento cosquilleando mi cuello y el deslizar de su nariz, trazando una línea sobre la piel de mi garganta, desde la clavícula hasta el borde de la barbilla.-Bella..-susurraron sus labios contra mi mandíbula.Me besó los párpados y descendió despacio por la mejilla hasta detenerse en la comisura de mis labios. Los de él rozaron temblorosos los míos, ya entreabiertos, mientras prosiguió.-Hueles a lluvia- señaló-. Tu aroma es realmente apetitoso.Alzó nuestras manos, todavía entrelazadas, para acariciarme los pómulos y pasear las puntas de sus dedos por mis sienes.Fue entonces cuando sus ojos dorados, ardiendo con pasión, se encontraron con los míos, y yo enrojecí de placer ante la irresistible e insoportable belleza de su mirada. Sus labios se curvaron y esbozó esa sonrisa pícara suya, esa sonrisa traviesa que yo amaba tanto. Me sentí aturdida. El latir de mi corazón casi se detuvo y creo que me olvidé de respirar. Tomó mi rostro entre sus manos, se inclinó sobre mí, apretó sus labios helados contra los míos y yo supe que estaba incondicional e irrevocablemente enamorada de Edward Cullen.